Croacia es uno de los destinos más interesantes si pretendes combinar unas vacaciones con entornos naturales vírgenes, ciudades con historia, pueblos encantadores y rutas fantásticas. De Dubrovnik a Zadar pasando por las islas Elaphiti, la isla de Korčula, la isla de Brač, Split, Trogir, Šibenik y el Parque Nacional Krka en Skradin.
Nuestro viaje a Croacia comienza en Dubrovnik, la capital de la región de Dalmacia, la joya del Adriático. Desde allí viajamos hasta Zadar y luego volvemos hacia Dubrovnik, pasando por la isla de Brač.
Podéis hacer la ruta en coche o en transporte público. Optar por un modo u otro depende del presupuesto, del número de personas (el alquiler del coche, más la gasolina para una pareja saldrá más caro) y del ritmo que llevéis. El coche ofrece la ventaja de que la ruta puede ser más flexible y podréis recorrer el país sin necesidad de horarios. Sin embargo, para acceder a las islas os podéis encontrar con unas filas interminables de coches (el número de automóviles por ferry está muy limitado y también se restringen los horarios ya que no podréis acceder a los catamaranes que son solo para personas a pie). Nosotros elegimos viajar en transporte público. Hay bastante oferta de horarios y así podíamos aprovechar mejor los días.
Dubrovnik
Aterrizamos en el aeropuerto de Dubrovnik. Desde allí es muy fácil llegar a la ciudad, hay un autobús que va directo a la estación de autobuses, parando en la puerta de entrada de la ciudad vieja. Tened en cuenta el mapa de la ciudad porque desde una parada a la otra hay más de tres kilómetros.
Dubrovnik es una ciudad maravillosa que bien merece, como mínimo, dos días. La ciudad amurallada os llevará más o menos medio día y no debéis olvidaros de daros una vuelta por las playas de la ciudad. Para nosotros las mejores fueron la playa Bellevue por sus impresionante situación a los pies de las montañas de la ciudad, la playa de Banje, situada a solo 100 metros de la old city, con unas vistas abrumadoras de las murallas, y si queréis unas horas de tranquilidad nada mejor que dar un paseo hasta las playas de Lapad.
Os recomendamos adentraros por las calles de la old town y descubrir sus atractivos rincones. El mejor consejo: perdeos.
Si queréis hacer la visita de las murallas, os costará 120 kn (15€ aprox.). Y hablando de Kunas, preguntamos en todas las oficinas de cambio que vimos, la que nos daba una mejor tasa era el kiosko de prensa Tisak en Brsalje ul., en el exterior de las murallas, justo enfrente de la parada de los autobuses.
Islas Elafiti
Paseando por el puerto de Dubrovnik nos surgió la urgente necesidad de escaparnos a las islas Elafiti. Habíamos leído que para huir del bullicio de la ciudad y conseguir un poco de paz, era buena idea pasar un día en las cercanas islas Elafiti. Así que allá nos fuimos.
Salimos desde Puerto de Gruž en Dubrovnik y nos dirigimos a estas exuberantes islas Elafiti, que parecen selvas inexploradas, lo que nos presenta la oportunidad perfecta para disfrutar de la mejor versión del Adriático. Embarcados hacia las islas, sentimos la sensación de libertad que te ofrece el mar abierto, cómo vas alejándote de tierra y quedando lejos de todo, al mismo tiempo que van apareciendo las costas de estas islas que parecen vírgenes y, de hecho, lo son.
Pasamos por Koločep, Lopud y Šipan, las únicas habitadas de todo el archipiélago. Sin duda, una excursión maravillosa que ofrece la posibilidad de visitar tres islas croatas en un día sin tener que hacer largas horas en barco.
Isla de Korčula
Siguiente destino, la isla de Korčula. Para llegar hasta allí cogimos, en el puerto de Dubrovnik, un catamarán de la compañía G & V Line que hace el recorrido Dubrovnik – Šipan – Mljet – Korcula – Lastovo. Es importante que consultéis los horarios del mes en el que vais a viajar.
El catamarán nos dejó en la ciudad amurallada de Korčula. Allí visitamos la casa donde supuestamente nació Marco Polo y nos dimos una vuelta por las estrechas calles repletas de cafés, restaurantes y turistas. Por cierto, buenísima la tasa de cambio en la tienda de recuerdos que hay en la plaza, enfrente de la fuente.
Decidimos irnos a Vela Luka, un pueblo pesquero situado en el otro extremo de la isla. Cogimos un autobús y en poco más de una hora llegamos. La mejor decisión del viaje, por el momento. Es un lugar paradisíaco rodeado por numerosos islotes y muchas calas en las que relajarte y disfrutar del silencio (solo interrumpido por el constante canto de las cigarras).
Muy recomendable una excursión a la isla de Proizd y Osjak, dos paraísos inhabitados. Desde el muelle de Vela Luka salen taxiboats continuos a Osjak, os dejarán en la isla y al cabo de unas horas la misma persona os volverá a buscar. La isla de Proizd está un poco más lejos y por eso solo es posible llegar en un barco que sale a las 10 y 12 de la mañana; la vuelta es a las 17, 18 o 19 h. La playa más bonita está al oeste, la única nudista.
Split
Después de dos maravillosos días de relax en la isla de Korčula, había que seguir con la ruta. Nos embarcamos en el ferry de Jadrolinija que sale a las 6.15 am desde Vela Luka hacia Split. Maravillosas las vistas de la ciudad cuando os vayáis acercando con el ferry, la ubicación es perfecta, entre el mar y las montañas.
Una vez pisamos tierra el ambiente tan relajado del que veníamos se desvaneció. Split es una ciudad vibrante, repleta de vida y de turistas que llegan en cruceros procedentes de todo el mundo. Es la segunda ciudad con más población de Croacia, solo por detrás de la capital, Zagreb, y punto de partida para acceder a todas las islas de Dalmacia.
Split es una mezcla de tradición y modernidad. La ciudad antigua es una joya arquitectónica, y su Palacio Diocleciano declarado Patrimonio de la Humanidad en 1979. Aunque pasear por sus estrechas calles es todo un desafío dadas las hordas de turistas que inundan los espacios históricos. Aun así no hay que pasar por alto la visita. Es especialmente valiosa la subida a la torre del palacio (2 €). Aunque es difícil para aquellos que padezcan vértigo, las vistas de la ciudad desde lo alto son impresionantes y podréis distinguir cada una de las partes de la ciudad.
El resto del palacio no es tan espectacular, quizás debido a las multitudes, pero se echa de menos algún tipo de explicación.
Trogir
Split debe ser maravillosa, pero no en verano. Así que tratamos de huir lo antes posible. Nos subimos a un autobús hacia el siguiente destino: Trogir.
Mucho más pequeña que Split y también menos multitudinaria, se nota que los cruceros no llegan hasta aquí. Visitar Trogir y pasear por sus calles fue como retroceder a una época antigua, cuando la vida se desarrollaba en las calles. Al igual que en Dubrovnik y Split, los automóviles están muy limitados en el centro histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en 1997.
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Parque Nacional Krka
Uno de los destinos que esperábamos con más ansia era Krka. Si las fotos ya quitan el habla, estar allí es mágico, solo quieres ser parte de tan espectáculo natural. Y como aquí el baño está permitido, allá que nos lanzamos.
Para acceder al Parque Nacional Krka nosotros lo hicimos por Skradin. Hasta el pueblo es fácil acceder en autobús, tanto desde Split como desde Šibenik. Allí no hay taquillas donde dejar mochilas, así que amablemente podéis preguntar en cualquier alojamiento. Nos sorprendió lo acostumbrados que deben estar porque no tuvimos ningún problema.
Es muy importante llegar pronto a Skradin. Así nos evitamos colas para comprar la entrada al parque (el precio de Krka son 110 kunas en temporada alta, algo más de 14€) y podemos disfrutar del espacio natural sin tantas aglomeraciones.
Zadar
Llegamos a Zadar con la intención de ver, según palabras del famoso Alfred Hitchock, la puesta de sol más bella del mundo. Por supuesto, no nos defraudó. El órgano del mar, un milagro arquitectónico único construido en la zona sumergida de la ribera, produce lo que se ha denominado “música marítima”. Este maravilloso sonido se produce cuando las olas del mar, con su corriente, pasan por los tubos musicales montados en el agua. Si a esta música le sumamos el espectáculo visual que produce El saludo al sol, 300 pequeños paneles solares colocados en un círculo de 22 metros que se activa por la acción de la gente, y los colores que el sol va proyectando en la ribera, tenemos una combinación perfecta que nos ofrece el atardecer más bonito del mundo.
Obviamente Zadar es mucho más que su atardecer. Os lo explicamos en Qué ver en Zadar.
Isla de Brač
La isla de Brač es famosa por una de sus playas, en concreto la Playa de Zlatni Rat en Bol, una lengua de tierra que alcanza una longitud de 500 metros hacia el mar. Teníamos muchas ganas de verla y de disfrutar de ella aunque veníamos prevenidos por las innumerables veces que habíamos leído que estaba abarrotada. Sorprendentemente, fue bastante practicable. Pudimos llegar a la punta, objetivo de todo viajero que se precie, y allí nos instalamos. La pena es que está demasiado enfocada al turismo, era imposible alejarse mucho de la playa porque estaba atestada de lanchas que pasan continuamente y a una temeraria distancia de la gente.
La Zlatni Rat es preciosa, pero a nuestro gusto en la isla de Brač podréis encontrar otras playas mucho más bonitas y más íntimas.
Llegamos Brač tomando un ferry desde Split. Desde la península hay transportes a Bol y a Supetar. Los horarios para llegar directamente a Bol son muy escasos, así que elegimos Supetar (los ferries salen cada hora, de forma regular). Supetar es un pueblo marinero de piedra formado de las propias piedras de Brač. Las mismas que se utilizaron para construir la Casa Blanca de Estados Unidos. Allí las playas están menos ajetreadas que las de Bol, y el atardecer es impresionante.
La vuelta al continente la hicimos con la compañía Kapetan Luka desde Milna hasta Dubrovnik para coger el avión de vuelta a casa. Tened cuidado porque en este pueblo no hay un puerto propiamente dicho y tampoco es posible comprar el billete en oficinas ni en el catamarán, hay que hacerlo a través de la página web de Kapetan Luka.
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